Caminando en la playa encontré 8 pinguinos muertos en una distancia de 100 metros. Lo primero que pensé fue en el cambio climático y el consumo desaforado del hombre. Seguramente alguien dirá “no tiene nada que ver”.
Hoy hay argumentos para todo y la ciencia puede explicar las cosas más inverosímiles. Sin embargo, es mirar, oler, observar alrededor y usar el sentido común. En el proceso capaz se derrame una lágrima por la naturaleza, eso se llama sensibilidad, es necesaria sentirla.
El mundo necesita un cambio drástico en las formas de pensar, sentir y concebir la vida. Durante siglos el hombre se creyó Todopoderoso y con el deber de someter a la naturaleza a sus fines.
El resultado está ahí: todos mirando y opinando a través de una pantalla, hombres poderosos que hacen guerras sin siquiera importarles maquillar las justificaciones, bombas que caen transformando la humanidad en caníbales insaciables, y una cantidad infinita de etcéteras.
La verdadera revolución está en empezar a construirnos como sujetos privilegiando la naturaleza y la ecología. Ese debería ser el único dogma incuestionable.