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Trenzando tradiciones
 

Publicado en almanaque del Banco de Seguros del Estado, 2021.

 

    La guasquería es uno de los oficios rurales tradicionales en el país, consiste en el trabajo artesanal del cuero crudo, en general vacuno, para la elaboración de piezas destinadas al apero del caballo o accesorios para el hombre de campo y ciudad, como cinturones, materas, posamates o llaveros.

   

    La actividad implica varias etapas y en cada una de ellas el guasquero de acuerdo con su habilidad o el tiempo que disponga opta por la técnica apropiada. Además, suelen utilizar herramientas confeccionadas por su propio ingenio, con ese fin reciclan piezas de infinidades de objetos en desuso, varillas, tornillos, huesos de animales, etc.

 

    En la zona del Batoví Dorado en el departamento de Rivera, vive Kandy Olivera uno de los grandes referentes de la actividad en el norte del país. En su hogar, construido con troncos de eucaliptus, se encuentra en un rincón y cubierto por una tela plástica su taller.

   Olivera aprendió el oficio en varios momentos de su vida, primero en la infancia cuando observaba a su padre, peón, hacer trenzados o trabajar en la materia prima. En su juventud trabajó en estancias, ocupando diversos roles, y adquiriendo con la observación un poco más de conocimiento, «antes era común que el gaucho supiera algo de guasquería, los domadores eran expertos, siempre cuando tenían un tiempito andaban haciendo cosas y uno iba aprendiendo, mirando», comenta. De adulto, una enfermedad lo retuvo por un largo período en su hogar y encontró en ese oficio una dispersión para la mente, recordó las enseñanzas y devoró cada libro que encontró a su paso. Desde ahí el trabajo con el cuero se transformó en su actividad permanente.


   

  Para ambos la jornada comienza temprano. En lo de Olivera el único ruido perceptible antes que los gallos canten es la caldera chillando en la cocina de leña. Al asomar la primera luz se encuentra en su taller sentado en un taburete, con el mate al lado, tejiendo un rebenque con la compañía infaltable de tangos y milongas que trae la Spica. Le gusta esa rutina, sin ruidos ajenos que lo dispersen de su tarea.

   Matías duerme poco, la madrugada lo tiene trenzando en el galpón de alguna estancia de turno acompañado del mate y un perro cimarrón. En los momentos libres del día si puede lo ocupa en las partes más rústicas del oficio, el trabajo en la materia prima. El cuero lo consigue previo arreglo con sus empleadores.


    A veces y con suerte es el guasquero el que selecciona el animal, y luego de muerto con cuidado retira el cuero. En la elección tiene en consideración diversos factores entre ellos la gordura y el pelaje, por sobre todo el color. Un aspecto muy apreciado por los guasqueros es la fase lunar en la que se carnea al animal, ya que los cueros obtenidos en menguante son más fuertes. En general la materia prima se adquiere en un abasto o una estancia, aunque es cada vez más difícil encontrar personal que sepa cuerear con criterio, «antes la gente del campo, o que trabajaba en las estancias sabía cuerear, hacer diversas cosas, era gente dada para todo. Hoy, a veces ni te saben montar un caballo

prefieren la moto», dice Olivera.

    El trabajo con el cuero crudo, sin procesos químicos, es una de las características diferenciales de la actividad ya que las piezas perduran en el tiempo y son más resistentes. Matías es conocedor que son cada vez menos los que trabajan con el cuero crudo y comenta con orgullo, aunque también con cierta resignación «uso todo de cuero, tiene mayor durabilidad, lo que hagas te va a durar por años. Ahora uno ve que hay peones que usan lazo de piola».
   

   En la tarde Olivera bajo la única sombra que da un solitario árbol, retira los pelos de la piel de la forma tradicional, a cuchillo. A esta etapa se la llama lonjeado y existen diversas técnicas, como pueden ser el raspado o a cenizas.
 

   Luego el cuero es estaqueado (se lo estira en toda su extensión) sacándole la grasa que sobra y se lo deja orear por el tiempo que sea necesario. El clima y la sapiencia del artesano son fundamentales para que el cuero no se pierda ya que no le debe dar demasiado sol ni humedad.

   Pasada esta etapa al cuero se lo corta en tiras. Posteriormente se realiza el sobado y aunque existen diferentes herramientas la mayoría se vale de la maceta, el tiempo de golpeo depende de la resistencia y elasticidad pretendida, «no a muchos les gusta esa parte, fíjate que tenes que estar horas golpeando, una y otra vez. La guasquería es paciencia, sino no te podés dedicar a este oficio », afirma.
 

    Esas tiras son cortadas con un cuchillo extremadamente afilado en tientos, siendo una de las tareas de mayor dificultad y precisión en relación directa con la firmeza del pulso, lográndose tiras menores a un milímetro. Hay quienes utilizan guías o herramientas de fabricación propia. Matías lo hace a ojo ya que dice que de esa forma se concentra mejor, «me pueden estar hablando, pero estoy tan concentrado que no me doy cuenta». Cortado el tiento, se le retira el filo de sus bordes para darle una terminación adecuada, a este proceso se lo llama desvirado.
 

   Por último, viene una de las etapas de mayor disfrute, la parte donde el artey la creatividad se conjugan. Es hora de ponerse a elaborar la pieza usando diversas técnicas de tejido y trenzado según lo requiera el diseño.

   La mayoría de guasqueros trabajan por encargos, en el norte por la proximidad con Brasil se reciben muchas solicitudes, «por suerte tengo pedidos, más que nada para las fiestas gauchas, en especial las brasileras. El gaucho brasileño es diferente, no solo en su vestimenta, sino que protegen su cultura de otra forma, hay un movimiento tradicionalista muy fuerte» , dice Olivera. Por su parte Matías realiza piezas para sí mismo, aunque cada vez más comenzó a recibir encargos, por sobre todo de peones que vieron su trabajo y les gustó« Hay peones que ven mis trabajos y me piden alguna pieza, si puedo les hago. Me gustaría tener más tiempo para poder dedicarme por completo al oficio, por sobre todo para aprender más con guasqueros de años ».

  Olivera reconoce que muchas veces el precio no refleja las horas y esfuerzo empleado, eso lo hace dudar de continuar asistiendo a ferias como la Expo Prado «tengo que pensar en los pasajes, en todos los costos, a veces salgo perdiendo plata. Además, la gente se queja de los precios, pero no tienen idea del trabajo que hay detrás, las horas, días, incluso meses que uno dedica en una sola pieza. Se habla de los productos que hacen afuera, pero no saben que la forma como trabajamos el cuero te garantiza calidad y durabilidad. Me han hecho encargos de otros países, y esa gente muchas veces valora más el trabajo realizado ».
 

    El guasquero cree que todavía hay gente interesada en aprender el oficio, aunque reconoce que la paciencia, la destreza, y el adaptarse a la soledad son factores claves que a veces desilusionan a las nuevas generaciones.


    Antes de anochecer se va al monte a recoger leña para abastecer la estufa. Para él poder vivir de lo que le gusta y por sobre todo de estar en el campo, su lugar en el mundo, lo hace un afortunado «tengo mi pedacito de tierra. El campo y el caballo son lo más lindo que hay, no lo cambio por nada ».

©  Aníbal Nario

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