De la guerra civil española al Uruguay
Publicado en almanaque BSE 2023.

La guerra civil española fue un conflicto bélico que comenzó en 1936 y finalizó en 1939 con la instauración de la dictadura de Francisco Franco que perduró hasta su muerte en 1975. No obstante, las tensiones sociales y políticas se arrastraban a los albores del siglo veinte con episodios intensos en los primeros años de la década del treinta. Se enfrentaron dos bandos, el republicano del gobierno legítimo y el sublevado de las fuerzas nacionalistas de derecha. Estos últimos se oponían a las reformas promocionadas por la segunda república; en especial la agraria, a la disolución de las órdenes religiosas y la incautación de los bienes de la iglesia católica.
Isabel Castelao nació en 1925, en Potes, un pueblo de unas mil personas perteneciente a la provincia de Cantabria. Actualmente vive en la ciudad de Tacuarembó con una de sus hijas y yerno. Una acompañante la ayuda en las tareas físicas que conllevan esfuerzo, para el resto lo hace sola. Hasta hace poco caminaba sin dificultades, sin embargo, un golpe durante los últimos meses la obligó a apoyarse de un andador. Su memoria es prodigiosa y no se ha visto afectada por el transcurrir del tiempo, recuerda los episodios con una claridad y abundancia en detalles asombrosa.
Su padre era un comerciante del pueblo, un hombre de mundo que había adquirido cultura de sus viajes de negocios al exterior. La familia, aunque no eran ricos como otros parientes, tenía un buen pasar. Isabel jamás escuchó a su padre hablar de política y en su casa estaba prohibido el tema. Años más tarde hay quienes le dijeron que su padre era simpatizante republicano, pero también oyó que prefería al bando nacional. “No puedo decir de qué lado estaba porque teníamos prohibido hablar de política. Ni siquiera mi madre hablaba del tema. Para mí hasta ese momento fue una infancia feliz”, dice. Cierto día apareció una pintada en un muro con la frase “Viva España”. Las letras estaban picadas como si alguien quisiera destruir el mensaje. “Ahí nos dimos cuenta de que había empezado la guerra, a mi padre se lo veía preocupado. Enseguida los obreros y jornaleros del pueblo se levantaron en armas, dejaron los trabajos, y se fueron con las milicias. Fueron tiempos terribles, de mucha violencia de ambos bandos. Teníamos mucho miedo de salir a la calle”.
La niña jugaba todos los días en el patio con sus hermanos. Al caer la tarde su padre llegaba del trabajo y ni bien se bajaba del automóvil buscaba a sus hijos para besarlos. Isabel aún conserva fresco el recuerdo de correr para ser la primera en llegar a sus brazos, él la alzaba y giraba en el aire. Todo cambió un día. Isabel jugaba con una amiga en el suelo, qué jugaban es lo único que su memoria no logra evocar, el resto; el azul del cielo, la temperatura del ambiente, la intensidad de la brisa, son sensaciones que se han intensificado con el tiempo. Su padre llegó en un coche diferente al habitual y acompañado de dos desconocidos. Ella corrió para buscar el beso, sin embargo, se encontró con un rostro pálido. La entrevista se interrumpe, Isabel emocionada y lagrimeando pide un vaso de agua para continuar. Toma un trago, disimula las lágrimas con una sonrisa y agrega que nunca pudo olvidar las palabras finales de su padre: “hija, ve para casa con tu madre y no salgas. Abrázala mucho y quédate con ella”. Los dos hombres descendieron con fusiles; uno violentamente la alejó del progenitor y el otro se lo llevó al coche. Fue la última vez que vio a su padre. La familia nunca logró establecer con seguridad a qué grupos pertenecían esos hombres; si eran falangistas o republicanos.
Diás después un campesino les dijo que el cuerpo del señor Castelao había sido arrojado en una carretera próxima al pueblo. Aquel hombre, con otras personas, lo enterraron en un campo cercano y dejaron señales para identificar el lugar. Meses después trasladaron el cuerpo al cementerio.
Para Isabel en los años que duró la guerra lo peor fue el permanente estado de alarma en que se vivía. “No se imagina lo que es pasar una guerra, aquello de acostarse y no saber si puede dormir, siempre vestida porque quizás debe huir a mitad de la noche. Es una sensación permanente de miedo”.
Al finalizar el conflicto el país se encontraba en penurias y con escasa infraestructura. La madre se trasladó con sus hijos a Santander donde residían unas tías. En 1941 un temporal azotó a la ciudad. Un incendio que comenzó en la zona del muelle se extendió por el viento hasta provocar devastaciones históricas. “En la noche la ciudad empezó a arder. Solo viendo es que uno adquiere noción de lo rápido que devora el fuego, fue cuestión de segundos. Tuvimos que salir del apartamento sin nada más que la
ropa que teníamos puesta. Nos alojaron en otro barrio de la ciudad al que no había alcanzado el fuego”.


Incendio en Santander. Fuente: El Diario Montañés Isabel y sus nietos.
Con la suerte adversa la madre buscó oportunidades en Uruguay, donde residían unos primos que habían tenido éxito. Isabel jamás había escuchado de ese pequeño país, amaba a su tierra y soñaba con regresar a Potes, por lo que se rehusaba a partir. Por otra parte, su hermano mayor tenía decidido
quedarse y formar familia. “Queríamos muchos al mayor. Fue un duelo muy grande para nosotros tener que dejarlo allá”.
El viaje en barco duró un mes, aunque Isabel pasó la mayor parte en la enfermería, se sentía débil, sin energías, y su organismo rechazaba los alimentos. Nunca le dijeron lo que tuvo, aunque en su vida no recuerda haberse sentido tan mal como en aquel viaje.
Los primeros meses en el Uruguay fueron ásperos. Isabel quería regresar y se lo decía a su madre con insistencia. Además, sentía que sus parientes en Uruguay los discriminaban. “Mis tíos habían hecho plata. Cuando llegamos nos alquilaron una pieza a la vuelta de su casa y nos metieron a mi madre y hermanos ahí. No tuvimos una buena relación. Si bien éramos parientes ellos nos veían como los pobres que venían de España, los brutos incultos”.
Isabel trabajó años de vendedora en el antiguo bazar Mitre en el centro de Montevideo. Un conocido le dijo que se presentara allí ya que ayudaban a los inmigrantes españoles. Ella fue y dio la casualidad de que el dueño era de Santander y había conocido a su padre. Su hermano menor, aficionado al dibujo, consiguió trabajo en el diario El Día. En el bazar hizo los primeros amigos uruguayos. Uno de ellos se casó y se fue a vivir a la localidad de Clara en Tacuarembó. Isabel aceptó las reiteradas invitaciones y se fue a visitarlos por una quincena. Allí conoció a su futuro marido, aunque al principio lo rechazaba ya que no quería casarse. La pareja comenzó a salir en las siguiente visitas que ella hacía a Clara. A los meses se casaron y se fueron a vivir a Tacuarembó donde terminarían formando familia.
Hasta mediada la década del ochenta, casi cuarenta años después de su partida, nunca pudo regresar a España. El gobierno español pagó el viaje y la estadía a los españoles que habían emigrado a causa de la Guerra Civil y querían visitar a la madre patria; “Nos hicieron un paseo por España, estaba muy cambiada de los recuerdos que tenía. Los últimos días dejaron libre para que cada cual recorriera como quisiera. Me fui a Santander y después a mi pueblo, fue un momento muy intenso. Volví a ver a mi hermano por primera vez en décadas y conocí a su familia”.
Regresó dos veces, la última quería encontrar a una tía que le habían dicho que seguía viva y no la había podido conocer en sus años en España. La tía vivía en un pueblo pequeño, de una sola calle, en la provincia de Lugo. “Me encontré en la parroquia con el sacerdote que buscó el historial de los parroquianos y la encontró, había muerto hace menos de un mes. Fue una lástima, me dolió mucho porque siempre la quise conocer. Ella tenía un campo con una casa, al llegar había un muchacho que trabajaba ahí, él y su mujer se mostraron reacios, no fueron agradable. El cura después me dijo que temían que yo , al ser la única heredera que quedaba, reclamara esos campos y por eso estaban a la defensiva. Pero no me interesaba para nada”.
Pese a haber vivido más años en Uruguay que en España su sueño siempre fue regresar al lugar del cual nunca quiso irse. “Soy española, es el orgullo más grande que tengo. Me encanta el himno uruguayo, lo canto con vocación porque lo siento. Me gusta esta tierra, aquí nacieron mis hijos y mis nietos. Pero nunca me quise ir de España, me trajeron de niña, y en esa época uno no podía rebelarse contra los padres. Mis raíces están allí”. Para Isabel los uruguayos son muy diferentes a los españoles, sobre todo en las tradiciones y en el arraigo a las raíces familiares. Cree que es por ser un país relativamente nuevo y sin demasiada historia. Antes de irme me dice que a sus noventa y cinco años sabe que le queda poco, en retrospectiva cree que la vida al principio fue dolor y sacrificio. Pasado los años logró perdonar a quienes mataron a su padre, no los justifica pero entiende que eran tiempos de
violencia extrema. Luego al casarse se aferró a su familia, y eso es lo más importante.