Willie del ukelele
Willie era un brasilero que soñaba con recorrer el continente con su música. Por la tarde iba con su ukelele a la peatonal Sarandí y en la noche se ofrecía en los bares a cantar. Siempre andaba con una sonrisa y pidiendo permiso, de esos tipos que uno lo veía y automáticamente se hacía amigo. A veces me visitaba en el trabajo y me pedía que le contara cosas de historias, de filosofía o la vida. Le decía que en general era yo quien hacía ese tipo de preguntas para que otros respondieran, pero él con su portuñol gracioso me decía “quero aprender Aníbal, me conta”.
Willie creía que sabía muy poco de la vida y se lamentaba de no haber trabajado afuera de la oficina, por eso siempre intentaba aprender de lo que veía. Un día se ofreció a colaborar en una pequeña obra y a los pocos minutos escuchamos unos gritos; ¡fuera de acá brasilero inútil! Ni para agarrar una pala. Cuando lo vimos a Willie nos dijo sobre el obrero “ten poca paciencia”.
Días después, me encontraba barriendo cuando llegó Willie y se ofreció a ayudarme. Ante su insistencia le di la escoba y le mostré donde barrer. Pasaron unos segundos y él miraba confundido, perdido entre el mango y el recipiente. ¿Willie, nunca barriste en tu vida? No, respondió con inocencia. Me parecía insólito y ajeno al sentido común que algo tan simple necesitase instrucción. Estaba a punto de expresar mi resignación al aire y decirle "¡Ni para agarrar una escoba!", cuando él me miró, extendió la escoba y dijo; Aníbal, me enseña, quiero aprender. Su respuesta me dejó aún más atónito. Le enseñé a barrer y él con su gesto inocente me enseñó algo de la vida.
Nunca más lo vimos, quisiera pensar que anda por América con su música y la sencillez de su persona. A veces, cada vez que me la creo, miro ese retrato y pienso que nadie nació aprendiendo.