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Una ardua negociación

Una ardua negociación

    Trabajaba en un kiosco por la noche, a esa hora siempre tenías las rejas puestas, y como no venía nadie, me pasaba el tiempo mirando fotos en mi cámara. A medianoche solía aparecer un nómada del centro y entablábamos conversaciones sobre la vida en la calle. Un día se presentó y me dijo: “buena cámara, te dejo sacarme una foto por un paquete de cigarrillos”. Respondí, sonriente, que no pagaba por fotos y menos para fomentar vicios. “Siempre me piden fotos, te dejo por 10 cigarros”, y escuchó que yo no fumaba.


     Nos quedamos charlando sobre los motivos que lo habían llevado a la calle y ese mundo que desconocía. De pronto, me propuso tres cigarros por las fotos. Como no tenía un paquete abierto, le ofrecí un par de alfajores. Él insistió, y cuando ya me cansaba de la negociación y estaba a punto de retirarme, soltó: “Dos alfajores y uno de esos”, señalando uno artesanal, de los más costosos.


¡Estás loco, ni yo como esos alfajores, son carísimos!


“Pará, no te vayas, mirá las caras que te puedo hacer. Quedé impactado con su actuación y accedí.


      Había poca luz en el ambiente, así que usé el flash en una potencia mínima e improvisando un rebote. Un amigo, después de ver la imagen, me dijo:

-No da para creer nada de lo que te dicen. Están todos locos.

-Puede ser, pero de los locos reales salen las mentiras más verdaderas. Al final, ¿quién no está loco en este mundo?

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