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Mi amada estrella

Mi amada estrella

    La miro, pero ella, teniendo millones de cosas hermosas entre nosotros, ¿tendrá tiempo para mirarnos?


     Digo "ella" sin utilizar el plural porque he elegido a una. ¿Acaso es posible encontrarla entre millones a su lado? Respondo que sí. Puede suceder que demore en hallarla; entonces, sucede algo extraño: es como si ella se encendiera un poquito más y se distinguiera de las otras. Y cuando la veo, sonrío. Dirán que estoy loco, pero en ese instante, ella vuelve a su intensidad habitual. Es como si supiera que ya no la perderé. Puedo mirar otros objetos que viajan en el universo o distraerme con un sonido; sin embargo, siempre la encuentro.

     

     Después de tanto tiempo, le he puesto un nombre. En esas tardes de ánimo nebuloso y grisáceo, la nombro, como una cábala, y todo vuelve a ser sencillo.

     

     Supongo que no debo ser el único que la ama. Por suerte, entre los millones y millones de humanos, son pocos los que contemplan a las estrellas. A los otros no los entiendo, pero me callo por temor a despertarlos. Que sigan con sus urgencias y falta de tiempo...


¡No vaya a ser que un día unos pocos codiciosos decidan cobrar por mirar a las estrellas!


    A veces, cuando la noche apaga los relojes, mientras la miro, pienso que quizá alguien la está mirando en ese exacto momento en algún lugar lejano del mundo. ¿Por qué no creer en una historia que comienza unida por el brillo de una estrella?

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