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La lluvia, una cámara y el ciclista

La lluvia, una cámara y el ciclista

     Durante el día, la garúa me hizo dudar sobre salir de casa. Agotado por la espera, antes del anochecer decidí aventurarme afuera. Era cuestión de probabilidades; si no llovió durante el día, pensé que no llovería ahora. Pero al regresar, cuando estaba a una cuadra de casa, una tormenta feroz se desató, obligándome a refugiarme bajo un techito. Temeroso por mi cámara, decidí esperar a que la lluvia amainara.


     Mientras aguardaba, un ciclista pasó velozmente maldiciendo su suerte. Probablemente la lluvia lo había tomado por sorpresa, y no era difícil imaginar a otros en la misma situación. Saqué la cámara y recordé al viejo Aníbal, quien en días de lluvia salía sin rumbo en su bicicleta. Siempre que llegaba a algún lugar, alguien le preguntaba entre risas y preocupación: "¡Estás todo embarrado! ¿Qué se te ocurrió salir con esta tormenta?" A veces inventaba excusas, consciente de que una simple sonrisa o la frase "sentirse vivo" nunca satisfacían por completo las preguntas.


     Divisé otro ciclista a lo lejos y me agaché con cuidado para proteger la cámara de la lluvia. El hombre pasó riendo y lanzando gritos de alegría. Capturé la imagen y la miré en la pantalla. Me invadió un sentimiento extraño; pensé que sin la cámara estaría corriendo por ahí, sin un destino claro.


     Di un paso con entusiasmo, pero el batallón de gotas me hizo retroceder. Esperé pacientemente a que la lluvia pasara, mientras culpaba a la cámara, como tantas otras veces había culpado a otras cosas.




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