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El sol

El sol

     Durante tres minutos al día, perseguía al sol. Trabajaba desde la mañana hasta la noche entre cuatro paredes. Antes del mediodía, algunos rayos se filtraban entre los edificios de enfrente y alcanzaban la puerta del local. A esa hora, cuando los clientes escaseaban, salía y me alineaba con los rayos del sol, deslizándome con ellos por la acera hasta la esquina.


     Un día, un vecino se acercó a comprar un paquete de cigarrillos y comentó que siempre me veía moverme de manera graciosa, paso a paso. Le expliqué mi hábito y el motivo: necesitaba del sol para recargar mi energía, sino sufría el mal humor el resto del día. "En nuestra vereda tenemos sombra todo el día. Creo que alguna vez extrañé al sol, pero tarde o temprano uno se acostumbra y encuentra sustitutos", dijo con amargura mientras miraba los cigarrillos. "Bueno, si es que se les puede llamar sustituto".


     El primer día que dejé las cuatro paredes, fui a correr por la rambla. Mientras trotaba, miraba al sol y le sonreía. En un momento me detuve y me senté en un cantero. A los pocos segundos, estaba llorando con una sonrisa enorme. La gente que pasaba me miraba, y señalando hacia arriba les decía: "El sol”.


     Ese es el motivo de sacarle tantas fotos. Me gusta mirarlas para recordar lo mucho que lo extraño cuando estamos separados.

©  Aníbal Nario

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