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El otro lado de la belleza

El otro lado de la belleza

   Cientos de veces caminé frente a él, ya fuera rodeándolo o atravesando la plaza que resguarda los restos del General Artigas. Esta plaza, acordonada por palmeras, no solo rinde homenaje al desembarco de los 33 Orientales, sino también al grado máximo masónico. La conexión entre los masones y la independencia en América Latina es indisoluble.


     Nunca captó mi atención; tal vez porque sobre él descansan miles de miradas, convirtiéndolo en algo demasiado evidente, algo prostituido. Quizá por eso mis ojos no encontraban en él nada interesante, o tal vez porque despreciaba aquel cuento del fantasma que había escuchado hasta el hartazgo. El espectro, apodado Don Pedro, es uno de los fundadores, más específicamente, uno de los hermanos Salvo, José, quien murió atropellado por un auto. La investigación determinó que fue un asesinato encargado por su yerno.


     Aquel domingo, tenía en mente capturar una foto de la Torre Ejecutiva. Estaba buscando el ángulo perfecto cuando lo vi reflejado en aquellos cristales. Soberano, majestuoso y fascinante. ¿Cómo no haberlo visto antes? ¿Cómo pude dejarme cegar por un prejuicio tan superficial? Cuántas veces nos perdemos en la rutina, obviando explorar las particularidades que conforman el conjunto, los detalles que, al unirse, crean lo bello y que muchas veces son hermosos por sí mismos. Detalles que iban más allá de su estilo art déco ecléctico.


     Comencé a observarlo con una nueva perspectiva, dejando de lado las generalidades y buscando las particularidades: lo específico en las ventanas, las escaleras y los pasillos, imaginando pasos, sonidos e historias de vidas que pasaron por allí. El palacio me estaba hablando de otra forma y yo lo escuchaba.

Cada vez que nos reencontramos, le sonrío. Es una muestra de agradecimiento por revelarme otro lado de la belleza.

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