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El hombre que no paraba de trabajar

El hombre que no paraba de trabajar

    Desconocía el horario de funcionamiento, así que fui temprano. Mientras esperaba, me tomé un café con galletas que había comprado en la panadería. Poco después, se me acercó un hombre muy educado para informarme que el local abría al mediodía. Luego, continuó con su labor de cortar el césped del predio municipal.


     Lo observé. Cada tanto, se metía en un cuarto y salía apresurado, cargado de herramientas de jardinería. Pensé que iba a tomarse unos mates o a descansar. Se le veía preocupado, así que me acerqué y le ofrecí mi ayuda. Me comentó que el corte del pasto no estaba parejo. Quedé atónito, ya que parecía perfecto, pero él negaba con la cabeza y, disculpándose, siguió con su trabajo.

      

     Al marcharme, le pregunté a unos vecinos de la zona por aquel sujeto. “Trabaja de sereno, cortador de césped, todo lo que usted se imagine. ¡Ya no saben qué hacer para que no trabaje!”, dijo uno.

Al día siguiente, tomé un café al aire libre y le robé un poco de tiempo al hombre:


"Me llamo Lucero, con 'c' de casa. Hago de todo: soy sereno, cuido el jardín. No es que quiera ganar más o por presentismo. Quiero que venga la gente y se sienta cómoda. El pueblo manteniéndose limpio y organizado es un bienestar para todos. ¿A quién le puede gustar llegar a la terminal y ver un jardín feo, descuidado o con espinas? El trabajo es salud. Me gusta mucho trabajar. Fíjese usted la responsabilidad que me dieron. Hay que responder".

©  Aníbal Nario

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