Del absurdo y el mundo
Uno de mis recuerdos más antiguos es la fascinación por cosas que los adultos llamaban estrellas, luna, mar, universo, entre otras. Para mí, simplemente estaban ahí, sin nombres. Con el tiempo, comencé a hacer preguntas sin encontrar respuestas que satisfacieran mi mente lógica. Me angustiaba saber que el conocimiento tenía páginas en blanco, sin palabras ni frases que dieran sentido y ordenaran el mundo exterior.
Comprendí que el ser humano necesita dar significado a las "cosas" para no naufragar en el caos infinito. Sin embargo, en ese afán, a veces al propio ser humano se convierte en una cosa más. No quería aceptar que hubiera fenómenos inexplicables, pues eso significaba reconocer la pequeñez del hombre, algo absurdo en un mundo donde la ciencia nos ha proclamado centro omnipotente del universo.
Ya de adulto, una noche observando el cielo, me maravillé nuevamente. Todo parecía mágico y absurdo a la vez: el acto de respirar, de sentir, de amar, junto con el cielo, las estrellas, la luna, el sol, el hombre, la vida, el universo. Fue recuperar la capacidad de asombro y cuestionar lo cotidiano bajo la premisa de que el absurdo nos gobierna.
A veces creo que es necesario regresar a las raíces, al punto donde la ciencia y la lógica pierden su sentido. Un amigo, molesto por mi ingenuidad y supuesta inmadurez, me dijo una vez: "¡Es absurdo lo que dices! No tiene sentido". Estoy de acuerdo con la primera parte.