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De perros y gatos

De perros y gatos

     Me quedé unos días en una estancia en Palma Sola. Al llegar, observé a un pequeño cachorro jugando con un gato, pero al notar mi presencia, se separaron y me miraron con desconfianza.

Las lluvias prolongaron mi estadía, así que me dediqué a observar y estudiar sus movimientos. Jugaban juntos, dormían la siesta en compañía, pero cada vez que me acercaba, huían en direcciones opuestas.

   

     En la última mañana, me senté en un banco del patio con un termo de café negro, unas galletas y mi cámara, esperando en silencio y con paciencia. Al verme, el cachorro y el gato se separaron y buscaron sus rincones, celosos de mis movimientos. Pasó una hora, luego dos. El cachorro se distrajo con un juego y nosotros permanecimos inmóviles, el gato y yo.


     Después de un rato, el gato se acercó, se entreveró entre mis piernas y se dirigió al centro del patio. El cachorro fue a su encuentro y comenzaron a jugar lentamente. El gato me miró por un momento, pero luego se olvidaron de mi presencia. En ese instante supe que la foto sería mía; me había integrado como parte del escenario, tan natural como las piedras, el pasto o el vacío.


     A veces pienso que hay fotos que reflejan la vida misma: nuestro egoísmo busca la gratificación inmediata, ignorando a los demás y despreciando las lecciones que los errores pueden enseñar. Afortunadamente, el tiempo sigue mostrando su ironía con los seres humanos.


©  Aníbal Nario

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