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La ley Primera

Mientras tomaba los últimos mates pensé en los hermanos, en la familia y en las cosas que creía importantes de la vida. Al irme repetí los versos de Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean los devora los de afuera".

“Cuando era chico cada vez que venían tormentas se volaba el rancho y quedábamos a la intemperie con mis hermanos. Nos refugiábamos en el monte, se pasaba hambre y frío. Había mucha pobreza y poco trabajo".

Me dijo tres cigarros por la foto. Le respondí que no tenía cigarros sueltos, pero le podía dar un par de alfajores. Él insistió, cuando ya me cansaba de la negociación y estaba a punto de retirarme soltó; dos alfajores y de aquellos (señaló uno artesanal de los más caros) ...

Sucede todos los días, son cosas que se han transformado en algo normal, cotidiano. Que mezclan a la sensibilidad y la indiferencia, las encienden y las apagan continuamente. Y esos seres humanos siguen ahí, a veces tirados o deambulando por las calles y pasan a ser “indigentes”, “vagos”, hasta que nuestra distancia se olvida de los sustantivos y los transforman en números…

El ángel de los viajeros

 

Publicado en revista Lento

La plata es necesaria para el sustento de cada día, la comida y algún gastito, pero nada más. No tengo ambiciones, no quiero plata más que para comer. El mayor estímulo que tengo es que te vengan a saludar, que te reconozcan por el trato que diste, porque lo único que quiero dejar es ser reconocido como buena persona...

Ventanas que nos miran desde arriba apenas distanciadas de la locura que transita en las calles. Desde abajo, muy pocos miran hacia lo alto, no hay tiempo, hay preocupaciones, hay tardanzas que buscan llegar en hora, hay ilusiones, hay máscaras y millones de actores....

Por más que era mejor que mis compañeros no me querían poner porque era mujer. En un partido que decidía el campeonato hice el gol del triunfo. A los gurises no les gustaba jugar con gurisas, entonces, para mí, fue emocionante...

De pronto, dijo que había encontrado lo que le faltaba para terminar una pintura. Mientras me iba pensé que no solo los viajes son búsquedas y encuentros. Días después, Cristóbal desapareció por un largo tiempo...

Los padres rodeaban la cancha atrás de una cuerda. El partido transcurría tranquilo, con voces de aliento hasta que en una jugada de carambola se produce un gol. Uno de los niños era el señalado por el murmullo recriminador de afuera y aunque el técnico lo alentaba, sus compañeritos, contagiados, se alejaban moviendo la cabeza...

Su respuesta me dejó aún más atónito. Le enseñé a barrer y él con su gesto inocente me enseñó algo de la vida.
Nunca más lo vimos, desearía pensar que anda por América con su música y la sencillez de su persona. A veces, cada vez que me la creo, miro ese retrato y pienso que nadie nació aprendiendo.

Le dije que recorría la campaña sacando fotos y contando historias, sin embargo, no había forma de persuadirlo. Le pedí un momento, saqué de la mochila la cámara fotográfica y le mostré unas fotos, logrando así que me creyera. Nos quedamos charlando del pueblo, de los andantes, de cómo había cambiado la hospitalidad de la gente y de los gauchos...

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Cientos de veces caminando frente a él, por la plaza o por su costado en la Avenida 18 de Julio.  Nunca me  llamó  la atención, quizá porque sobre él posan miles de miradas, algo demasiado evidente, algo prostituido. Tal vez por eso mis ojos no le veían nada interesante, o tal vez porque desdeñaba aquel cuento del fantasma escuchado hasta el hartazgo...

Se lo veía preocupado, así que me acerqué y me ofrecí a ayudarlo. Me comentó que el corte del pasto no estaba parejo. Quedé atónito ya que parecía perfecto, pero él negaba con la cabeza y disculpándose siguió con lo suyo

Una cámara

Estoy en el ómnibus, sentado al fondo, hay poca gente, cada uno en su espacio alejado del resto. Una mujer madura, ubicada en el medio, responde en voz alta la llamada en su celular. De pronto todos los pasajeros nos enteramos de las dificultades económicas de su familia y de la incapacidad de su marido para afrontar la situación.

_ Hay algo que no me gusta del oficio

_ ¿Qué?

_Mis manos (me las mostró), a veces me da cosa tocar a mi pareja. A ella no le gusta mucho.

Miré sus manos y las mías, ambos teníamos la misma edad.

Fotografiaba los vestigios cuando escuché un ruido. Caminé unos cincuenta metros hasta dar con el patio de una casa (los fondos de los predios están alambrados) y me sorprendí al ver a un joven regando el jardín, aunque él se sorprendió aún más...

Otras veces es la foto que me persigue, se me hace imposible caminar sin detenerme porque veo algo y la ansiedad es incontrolable. Es una adrenalina única, obsesiva, quiero tener esa foto cuanto antes. Cuando coloco el ojo en el visor me desconecto del mundo. Es como si una nebulosa me atrapara y llevara a otra dimensión, un lugar donde las cosas tienen sentido, donde las urgencias, el apuro y las preocupaciones no tienen cabida...

Miro al cielo, busco alguna nube que me invite a imaginar figuras, fantasear historias, pero es en vano ante la cantidad de edificios que se interponen. Pienso en cómo sería estar viendo el crepúsculo desde algún sitio remoto, y al imaginarlo sonrío e inspiro otro tipo de aire. Me pregunto fastidiado por qué lo he contemplado tan poco en mi vida, y solo obtengo excusas...

Un día invernal en un asado con amigos, Daniel me dijo que hace años realiza un experimento social; cuando camina a cada extraño que ve le sonríe y lo saluda. Nadie responde. Me miró y preguntó:

¿Qué está pasando en el mundo?

textos periodisticos

Divisé un ciclista a lo lejos. Me agaché con cuidado para no mojar la cámara. El tipo pasó riéndose y emitiendo un grito de felicidad. Saqué la foto y miré la imagen en la pantalla. Me vino un vacío, pensé que sin la cámara estaría corriendo por ahí, sin rumbo.

Digo ella sin utilizar el plural porque he elegido a una ¿acaso es posible encontrarla entre millones a su lado? Respondo que sí. Puede suceder que demore en hallarla, entonces sucede algo extraño es como que ella se enciende un poquito más y se distingue de las otras. Y cuando la veo sonrío.

Un tipo sabio que había decidido vivir en la calle. A veces nos sentábamos a charlar; él me pedía que le hablara de libros y yo le preguntaba sobre la vida. Un día me vio muy callado, taciturno.

El patio de mi casa

Hace días que tomaba el ómnibus interdepartamental a diario. Cada vez que me bajo en la ciudad pongo la música alta y me aferro a los auriculares. Por momentos, siento que estoy en una película y la música reproduce las sensaciones que me transfiere la calle.

La gente pasaba y miraba extrañada, pero a Julius no le importaba nada, estaba en su mundo. Estiré las manos y me imaginé en una Harley andando rápido, cada vez más rápido, viendo la gente pasar, sintiendo la brisa y pensando que de verdad estábamos en esa carretera. De pronto, Julius dejó de cantar y se sentó sonriente.

En un momento me hizo un comentario curioso.

"Extraño mucho dar abrazos. Necesito abrazar a la gente, sentirlos cerca. Vengo sufriendo al no poder hacerlo"

Y la vida va pasando y los días se arrastran en años. Navegamos por el mar de la seguridad y cuando alguien se desvía le gritan "¿de qué vas a vivir?", “¿qué vas a comer?". La ironía es que nos hablan de sueños, pero los transforman en quimeras, palabras hijas de la inocencia. Somos condenados día a día a la miseria espiritual en pos de la riqueza material.

Y un día el amor se convirtió en un producto. Lo observaron, lo descompusieron en partes, analizaron sus funciones, sacaron conclusiones y lo definieron para moldearlo. Pero eso, que ahora llamaban “amor”, era tan terco, ingenuo como incontrolable.

Al terminar de leer un libro peligroso sobreviene la excitación por los nuevos conocimientos y, por otra parte, la angustia de comprender la inmensidad de nuestra ignorancia. Aunque hay algo inevitable y es que un libro peligroso conduce a otro de forma continua. Hasta que llega un día en que un libro peligroso se transforma en un amigo.

Me gusta caminar sabiendo que la luna me acompaña silenciosa al costado, o detrás, iluminando mi caminar. En cada paso que doy pienso en todo lo que fue y no volverá.

"En nuestra vereda tenemos sombra todo el día. Creo que alguna vez habré extrañado al sol, pero tarde o temprano uno se acostumbra y encuentra sustitutos (miró amargado a los cigarrillos) Bueno, si es que se le puede llamar sustituto."

Tras un rato se acercó, se entreveró entre mis piernas y se fue al centro del patio. El cachorro fue a su encuentro y comenzaron a jugar lentamente. El gato me miraba, pero luego de unos segundos se olvidaron de que estaba allí. En ese instante supe que la foto era mía, me había convertido en una parte a más del escenario, como las piedras, el pasto o la nada.

Comprendí que el ser humano debe controlar, dar significado a las "cosas" para no naufragar en el infinito caos. Aunque, persiguiendo ese fin, se transforma el propio ser humano en una cosa. No quería creer que había fenómenos sin explicación, ya que esa idea implicaba ser consciente de la pequeñez del hombre, algo absurdo en un mundo en que la ciencia se ha afanado en convertirnos en el centro omnipotente del universo.

Fluir en la vida

Tal vez nos colocaron en un camino y hay que andar con las herramientas que encontramos al paso. O, tal vez, el camino lo construye cada uno y se puede llegar a cualquier sitio con proponérselo.

El cine

Veo barcos que navegan entre monstruos y demonios, piratas que batallan deseosos de tesoros, esclavos que se rebelan y mujeres que no quieren ser princesas. A veces cierro los ojos y al despertar desfilan cientos de rostros, algunos te sacan una sonrisa, otros, se pierden en el olvido.

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